Los descendientes

Hace un par de días leí la contra de La Vanguardia y creo que nos sacudió a todos los que la leímos. El filósofo Antonio Fornés hablaba del trabajo como mal endémico en nuestra sociedad: no tenemos tiempo para reflexionar o mantener una conversación profunda, para hacer el amor con nuestra pareja sin prisas... en definitiva, para vivir con lentitud y plenitud. La contemplación y el gozo de la vida se han suplantado por un incesante y adictivo 'carpe diem'. 

¿Qué tiene esto que ver con Los descendientes? Cuando la mujer de Matt (George Clooney) tiene un accidente que la mantiene en coma, él empieza a darse cuenta de todos los hilos de su vida que se le escapaban debido a sus ausencias por trabajo: su mujer no era como él pensaba, su hija de 17 años -internada en un colegio en otra isla de Hawaii- está descarriada y su hija pequeña se comporta de forma inadecuada para su edad. Tal y como dice Matt, sus mujeres sienten deseos de autodestruirse y él no sabe cómo actuar. 

Los descendientes es una buena película, con una trama rica y muy triste, de principio a fin. Es verdad que choca una historia así en Hawaii, concebida como el emblemático paraíso. Sin embargo, esto no resta realismo a la historia, sino más bien al contrario. George Clooney, por su parte, nos muestra una faceta suya hasta ahora desconocida, la del hombre abatido, y la interpreta bien pero, en mi opinión, no hasta el punto de ganar el Oscar.