Soñé que estaba en casa...

Los mejores años de nuestra vida es un clásico que gira entorno la guerra (concretamente la Segunda Guerra Mundial) y muestra el después, la vuelta a la realidad personal, los reencuentros ligados al pasado. El marinero Homer, el sargento Al y el capitán Fred se conocen de vuelta para sus casas y se hacen amigos. Los tres están ilusionados pero también sienten pánico de lo que se encontrarán en este reenganche de su vida. Han cambiado y temen que su entorno más próximo haya cambiado demasiado y no puedan conectar y retomar sus vidas. Por ejemplo, Homer, en vez de manos, ahora tiene ganchos, una imagen que recuerda en seguida a Eduardo Manostijeras.

"Lo has visto todo", afirma el hijo de Al, "Debiste de ver los efectos de la radiación en Hiroshima". "No he visto nada", contesta su padre, "Me debí haber quedado en casa para ver lo que pasaba de verdad". Del mismo modo, Homer asegura que no vio nada, ni un japonés. Esto demuestra la ignorancia y el desconocimiento, cómo la guerra flotaba en el aire pero era invisible, poderosa y sugestiva, cómo todo se resumía en un cumplir órdenes y no ver rostros. Una historia que habla también del amor incondicional, de pesadillas y limitaciones; pero, después de todo, de evolución. Los mejores años de nuestra vida ganó ocho Oscars y el Premio Bafta y un Globo de Oro a la mejor película.

Fotografía: decine21