
Perseguir la inmortalidad fervientemente nos convierte en depredadores y en infelices. Viendo la serie True Blood (mucho más compleja que la película Crepúsculo) , uno se da cuenta de ello, de este binomio mortal-inmortal. Los mortales (los humanos) buscan desesperadamente la sangre de los vampiros, que supone un chute de adrenalina para ellos; V es la nueva droga. Y para conseguirla están dispuestos a cometer atrocidades. Los humanos desprecian y marginan el colectivo vampírico, quizás celosos de su condición de inmortales y de sus sentidos afilados, y aún así están obsesionados en beber su sangre para ser como ellos, aunque sea sólo durante unas intensas horas. Infelices humanos en la búsqueda del carpe diem al no poder conseguir la inmortalidad. Y los inmortales a su vez tienen que lidiar con sus limitaciones, porque son medio humanos y medio monstruos. Y ellos también son depredadores, deseosos de los vírgenes y apetecibles humanos, quizás celosos de su mortalidad.
Fotografía: Matthew Simon
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