El árbol de la vida

"Las monjas nos enseñaron que hay dos caminos que puedes elegir en la vida: el de la naturaleza y el de lo divino". El árbol de la vida, de Terrence Malick, empieza con esta frase que describe muy bien la película. El filme no es un documental, aunque puede parecerlo a veces debido a sus constantes referencias a la naturaleza (después de la exquisita primera media hora de la película, hay un buen espacio de tiempo de imágenes preciosas de paisajes que sirven como metáfora para explicar el sufrimiento de la protagonista a través de la Madre Tierra). También son deliciosos los saltos entre las imágenes de Sean Penn en el trabajo, entre altos edificios y pensamientos que le atormentan, y otras de él rodeado de naturaleza, como escape y recuerdo de su vida.

El árbol de la vida va más allá de ser un poema visual: es una oración, un cántico a la vida (nunca tan bien dicho, con música con aires religiosos y espiritualidad en las palabras e imágenes) muy personal y sensorial que no deja indiferente. Aquel que opina que La cinta blanca de Haneke es una obra excepcional, seguramente sentirá lo mismo con esta historia de Malick, ambas estrechamente ligadas por la temática opresiva de la vida de unos niños y el sentido palpable de ambos directores por la sutileza y la belleza de las imágenes. Además, en El árbol de la vida cabe destacar el papel de Brad Pitt, que borda su personaje, y los de los niños. Es una película con un ritmo lento, con pocos diálogos, creada para reflexionar sobre la vida y la muerte. El único fallo, a mí parecer, fue el final, la escena de la playa, en el que Malick se recrea demasiado, buscando ser efectista y lacrimógeno.

Fotografía: Internet Monk