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Turbulencias

dissabte, 8 d’agost del 2009 by Marta M.Q. , under

"Cuando se paran por avería los motores de un avión, eso no significa que se acabe el vuelo. Los aviones no caen del cielo como piedras. Los enormes aviones de cuatro pasajeros de cuatro motores pueden seguir planeando entre media hora y tres cuartos, hasta estrellarse al intentar aterrizar. Volar con los motores parados produce la misma sensación que hacerlo con los motores en marcha. (...) Quizá los pasajeros incluso se sientan mejor al haber menos ruido"*.

Está siendo un vuelo plácido, con una luz tenue pero cálida, con la sensación de estar navegando a través de un mar tranquilo. Todo parece un sueño. Y sobre todo porque nos dirigimos hacia adelante, con rumbo fijo. Soñamos despiertos con el amor, y nos rendimos a él recordando instantes que nos agitan, nos conmueven, nos excitan. Al cerrar los ojos, el cielo se llena de nubes y se tiñe de negro, y los buenos recuerdos se modifican. Lo malo (todo lo que nos disgusta, nos aturde, nos reduce a un ser insignificante) cubre nuestra mente. Vemos todo lo que no queremos ver. Y se hacen presentes la culpa, los celos, la inseguridad. El cuerpo se entumece. El avión se balancea a causa de las turbulencias, a una altura escalofriante, pero apenas lo notamos. Aunque, eso sí, los oídos duelen y nos provocan un dolor de cabeza insoportable. Después del eterno delirio, abrimos con dificultad los ojos, sin saber qué es verdad y qué no. El avión está aterrizando y sentimos el consuelo de que pronto tocaremos tierra ya. Una vez las ruedas empiezan a rozar el suelo, el olvido se apodera de todo lo bueno y lo malo. Por suerte, nos encontramos en una pista, preparados para volar de nuevo...o no.

* pàg.67, El lector

Fotografía: Zaragozando



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